Por mucho que algunos agoreros no se cansen de enarbolar como bandera la presunta supremacía del Indie Pop ochentero sobre el actual, lo cierto es que en los últimos años uno no puede más que pellizcarse de asombro y satisfacción por la buena salud de una etiqueta que años atrás parecía estar más que en entredicho. Bien es cierto que aquellos que conocieron de primera mano el Pop independiente de aquellos años puede estimar como sucedáneo su resurgimiento en la actualidad, pero no menos cierto es que las nuevas generaciones pueden sentirse más identificadas con unas bandas que han visto nacer, mientras que admiran en la distancia gloriosos antecedentes que a estas alturas para muchos quedan como protagonistas de la juventud de sus padres. Por aquí nos vemos incapaces (puro sentimentalismo) de encontrar un disco que merezca la pena atesorar con mayor cariño que los vinilos guardados desde nuestra adolescencia, pero del mismo modo no concebimos esta afición de otro modo que no sea el de la ansiosa escucha de novedades que puedan sorprendernos.
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